La presencia británica en la provincia de Huelva comienza desde 1873 con la compra-venta de las minas de Riotinto por parte de Heinrich Doetsch y Wilhelm Sundheim hasta 1954, fecha en la que son nuevamente adquiridas por el Estado español. Con esta adquisición se fundó la Rio Tinto Company Limited, teniendo sedes en Londres, Riotinto y Huelva, empresa que dirigirá las extracciones de minerales en Riotinto.
Hombres, mujeres, jóvenes, familias… emigraron a este pueblo en el suroeste de España en busca de trabajo durante todas las décadas en la que las minas tuvieron dueños extranjeros. Los primeros jóvenes británicos no tuvieron reparo en mezclarse con la población de Riotinto o de alrededores, acudían a fiestas, ferias, reuniones, restricciones que tendrían al poco tiempo. Así, la vida en Riotinto cambió con la llegada de los británicos. No solo llegaron extranjeros, sino muchos emigrantes procedentes de todas partes de España para trabajar en la minería.
Era obvio que ellos mismos pretendían “exportar” su cultura a otras tierras, hacer su vida de forma idéntica de donde procedían, por lo que en un principio fue un hándicap para ellos, pues la vida se resolvía detrás de los muros del barrio construido en la localidad.
Al principio, se notaba una gran desproporción en la población, siendo los hombres los que más habitaban la zona. Años más tarde, cambiaría todo, gracias a la ayuda y a la disponibilidad de viviendas para los trabajadores.
En torno al abastecimiento, la compañía contaba con unos almacenes propios en forma de monopolio, en donde las familias de los empleados compraban los bienes básicos, pero cuando carecían de estos, subían de precios y las familias tenían que solicitar subsidios a la empresa, lo que dejaba muy a la vista los bajos salarios de los empleados.
Las propiedades de la RTCL contaban con un cuerpo de seguridad para poner orden y controlar la vigilancia. Estos vestían abrigos azules largos y gorra de visera con las letras MG y cargaban revólveres y chuzos con punta de lanza o rifles cuando las revueltas obreras eran graves. El otro cuerpo de seguridad que existía era la Guardia Civil, que se encargaba de forma muy especial de la vigilancia y protección de la zona residencial británica ubicada en Bella Vista, en donde se levantó el cuartel.